Mi verso preferido (concurso de relatos breves San Valentín 2014)
A él le hubiera gustado saber dibujar para pintarla con todo lujo de detalles y, de esta manera, poder verla las veinticuatro horas del día todos los días del año. Se imaginaba esbozando su figura, tocando los contornos de su cuerpo en el lienzo, eliminando los defectos físicos que ella detestaba de sí misma, aprendiendo con qué luz era más hermosa.
Sin embargo, no tenía ni la más mínima idea de pintura, así que la dibujaba con palabras, puesto que éstas sí sabía usarlas. Y es que, cuando la veía, le salía sola la poesía. Pese a ello, siempre le escribía cuando ella no estaba delante, lo que obviamente resultaba más difícil. Sus versos y palabras le cantaban a sus ojos, los más dulces que había visto en cualquier criatura; a sus pies pequeños de bailarina y a su sonrisa, que siempre apuntaba hacia arriba cuando estaban juntos e iluminaba su mundo.
Era divertido observar como a los dos se les disparaban las comisuras de la boca solo con verse, con nombrarse, con oírse la voz, con respirar el mismo aire y con rozarse la piel de las manos. Porque, excepto por esto, eran totalmente diferentes. No coincidían en nada: ni en la estatura, ni en las preferencias musicales ni gastronómicas, ni en el sentido del humor o la forma de pensar y sentirse. Sin embargo, los huecos que dejaban los dedos de sus manos parecían hechos para encajar perfectamente en los del otro. Además, sus labios se sabían la coreografía cada vez que se juntaban y caminaban en la misma dirección, aunque tampoco coincidieran sus formas de andar.
Él le regalaba sus palabras cada noche sobre el papel, pero siempre se le extinguían estando ella delante. Y como ella tampoco sabía usarlas, aprendieron que debían dedicarse a hablarse con la mirada. Los ojos de él eran tiernos y cálidos y los de ella brillaban en su presencia. Ambos se veían reflejados en las negras pupilas del otro y, así, se sentían como salvándose de un pozo, se veían a través de la mirada del otro miembro de la pareja, viéndose como el contrario les veía. Lo más increíble es que ambos comprendían el idioma del otro.
También se hablaban con el cuerpo. Los brazos de él danzaban siempre alrededor de su cintura, ella siempre le acariciaba la frente, los párpados, las mejillas. Sus dedos trazaban círculos, espirales, corazones y él simplemente se dedicaba a interpretar lo que decían. Cuando ella le acariciaba la espalda era un todo saldrá bien.. Cuando él le apartaba el flequillo de la frente significaba eres preciosa. Cuando suspiraban, sólo querían acabar en los brazos del otro.
Ninguno sabía lo que les esperaba, lo que el futuro tenía preparado para ellos. Si compartirían sus vidas solo hasta la primavera, o hasta el invierno siguiente. Si tendrían que aprender a vivir echándose de menos u odiándose. Si nunca se echarían de menos porque se tendrían siempre el uno al otro al final del día. Si aprenderían a luchar contra los problemas o los guardarían dentro hasta que explotaran. Si tenían destinadas todas las primeras veces posibles. Lo que sí sabían es que se tenían el uno al otro y que, por ahora, eso era suficiente. Y que si les concedieran un deseo que se pudiera cumplir, él pediría saber dibujar y ella, ser su verso favorito.